Pero ya no será la memoria, esa música
que
acaricie las alas de nuestros sueños. – ya no –
Y yo puedo aprender a
dormir Y yo puedo acostumbrarme a volar
sobre la tumba
a b i e r t a entre
las ciénagas s o m b r e a d a s
de tus sonidos inperennes. que enceguecen tus pupilas…
Y,
si es que has de irte…. Vete, viajera!
Danza frente a los ojos que no hubieran haberte dejado ido!
Vete!
Pero,
déjame, aunque sea,
la
ultima gota del sudor de tu lágrima
p e r e c i e n d o
frente al fuego del olvido…
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