Alienado.
Fantasmal. Enajenado.
Como
si la atmosfera me asfixiara; como si necesitara desligarme de un
pensamiento y romper, con su filo
inquebrantable, el aire que me circunda.
Como
si fuera necesario avanzar a través de
mí, traspasando las palabras…
Ah!
Cómo describir la paralizante sensación de saberse nada? De ser sólo una
consecuencia errónea, de la eyaculación precoz de algún Verbo desangelado.
Cómo describir el descubrirse
incompleto, inacabado?
…
Bajo la piel y el hueso de mi cabeza, existe un trastocamiento visceral, un
infierno de pensamientos que se coagulan, se funden y se fracturan; no para
nadificarse, o excretarse, sino, para parir un nuevo puzzle, un nuevo azote al
centro del Ser. Un murmullo,(no sonoro, sino físico) que se traslada al oxigeno, a la sangre, al
oscuro universo de mi vuelo en el vacío.
Y
yo no sé, ni cómo ni quién, ha puesto en la médula de mi alma, ese grito de
queja, de abismo… ese grito que antecede al nacimiento. Mi imbecibilidad
tampoco lo sabe. Sólo trata de impermeabilizar ese agujero negro, esa maldita
maquinaria de relojería, que atiza el fuego del infierno bajo el oscuro
maquillaje de las palabras.
Mis Demonios han agotado la
utilidad de los lenguajes.
Ah!
Si sólo pudiera vomitar en mis adentros, la bilis de mi espíritu, como una catarata!
Si mis manos lograran dibujar, el indescriptible dolor de sentir la angustia
latiendo, entre la carne y el Alma!
Moebius. Moebius de hielo,
envenenando mi sangre.
No existe lucidez, en el
centro del tormento.
Mis uñas rasgan los límites
del sueño, escupiéndome descalzo, a las brasas encendidas de una realidad
obtusa. ¿Y, cómo volver hacia el inicio, hacia el nacimiento de la palabra?
¿Cómo fonetizar el desgarro, si no es
material, si lo que se desgarra es el Alma?
Eterno eco de mis sienes, algodonado,
en la nada de mi tumba.
Cesará, en el fin de mi espíritu
atormentado, la entropía del sueño y el insomnio. Y seré la quietud. La inercia
anestesiada. Y entonces sí, mi cuerpo deslenguado, descubrirá el magma
ancestral de la palabra.
Se partirá mi Alma como un
ladrillo, y lloveré un poema en los bordes del abismo.
Y mi lluvia será un grito.
Y ése grito será mi alivio…
Oleo: Agnes Cecile