Bailábamos en cada vértice
de los círculos
de nuestros propios infiernos…
El humo era aire
que inundaba
la
noche
roja
de
las pupilas…
Aquel Reino era el Limbo
donde nuestras Almas
purgaban felices
cada
una
de sus condenas…
Ni días, ni tiempos
menguaban
la alquimia de nuestros cuerpos…
Eran fuego nuestros ojos, Princesa…
(Incendiarios
de estrellas
cada mañana
amanecida
en nuestra alcoba)
Éramos el tiempo coagulado,
escapando
a
la muerte
en
cada suspiro…
Éramos la ausencia de Dios,
y
su omnipresencia…
La
luz oscura;
El
grito sordo;
El
hielo ardiente…
Éramos ese mar imposible
de
una sola costa…
…
Princesa:
Ya no estas vos
ni
estoy yo…
Princesa:
La tristeza se sumerge
en el océano de nuestras soledades;
Y
apoyando su alma
en
el vidrio helado
de
aquel mundo:
Ofrenda la
virginidad de su mirada,
en
la lágrima tenue
que
se dibuja
precediendo
este
llanto…
Tal vez acabó una danza, pero nunca el baile...me encantó!
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